De la cultura caballeresca de la Edad Media al maestro con sus variadas herramientas de enseñanzas de la actualidad. El tránsito convulso de la educación medieval a la educación del hombre burgués, en el renacimiento del siglo XVIII, fue similar a la colisión catastrófica entre las diluidas relaciones sociales feudales y la avecinada revolución burguesa. Cuando Ponócrates se hizo cargo de la educación del joven Gargantúa le dio a beber de inmediato el agua del Eléboro “para que olvidara - dijo - todo lo que había aprendido de sus antiguos preceptores”. Quitarle la memoria de la vieja educación para la nueva enseñanza donde la burguesía había alcanzado cierto esplendor y debilidad: la ciudad de Florencia (Italia, antes de su unidad) y la atomizada Alemania feudal. La vuelta al paganismo como desacato resuelto a la Iglesia Católica (síntesis y sanción del poderío feudal), por un lado, y la necesidad de una reforma dentro de ella, por el otro. Los humanistas expresaban, a sus maneras, las transformaciones del naciente capitalismo comercial que se imponía en la estructura económica y política del feudalismo. Al noble, desalojado violentamente del castillo por la impetuosa monarquía nacional y “reubicado” como cortesano de palacio de la máxima autoridad feudal- el rey- no le interesaba ni servía la vieja educación caballeresca. En 1589 se funda, en Tubinga (Alemania), el Collegium Ilustre para nobles. Si la educación caballeresca ya no servía al señor, menos al buen burgués que fletaba buques para el Nuevo Mundo. ¿Razones? Ningún aspecto de la vida puede carecer de números y el estudiante no debe avergonzarse de entrar en tiendas y factorías y preguntar a los comerciantes y conocer los detalles de sus tareas. Lo útil y lo práctico pasan al primer plano de las preocupaciones frente a la vida “santa” y caballeresca de monjes y señores. Es el interés por la vida terrenal de los negocios, la investigación y la razón. Asimilar las enseñanzas en vez de recibirlas adquieren un alcance innovador. La primera escuela inaugurada por un pedagogo del renacimiento (Vittorino Rambaldoni da Feltre) tendrá un nombre, en cierto modo simbólico: La Casa Gioiosa (alegría).
Pedro Pablo Verasaluse
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